Glosario de Términos
Glosario de Términos
Este glosario no pretende educar en pedagogías Pikler y Waldorf, sólo es un espacio de definiciones para que los padres y adultos que rodean el ambiente de los niños y niñas comprendan mejor esta pedagogía y podamos educar en «sintonía» y sincronía con los padres.
* Nota: Cuando decimos «niños», nos referimos a niños, niñas y niñes.
El juego desde la mirada Pikler
Desde la mirada Pikler el juego de los niños, su interacción con los materiales y con los compañeritos nos muestran que aprendizaje está en la acción y por eso es importante dejar que el niño/a construya su propio juego.
Cuando observamos el movimiento y juego del bebé nos preguntamos qué es capaz de hacer hoy, lo contrastamos con lo que era capaz de hacer ayer y confiamos en lo que será capaz de hacer mañana.
Esta nueva visión del aprendizaje también coloca al adulto detrás del niño e invita al adulto a jugar menos y observar más. Algo difícil de aceptar hoy en día por parte de los adultos. Estamos tan acostumbrados a incentivar a los niños a jugar pensando que lo pasan bien, que nos olvidamos de nuestro rol cómo educadores: Los invitamos a buscar la mejor forma de que sus niños y niñas aprendan desde su propia iniciativa y experiencia.
El juego desde la mirada Waldorf
El juego desde la mirada Waldorf es utilizado como medio pedagógico ya que en el primer septenio (0 a 7 años) la manera de acercarse al conocimiento se realiza a través del juego, la fantasía y la imaginación, incorporando más adelante y paulatinamente el pensamiento abstracto. De este modo evitamos la intelectualización precoz de los niños, las frustraciones y ganamos en autoestima.
Por lo tanto cuando decimos «jugar», nos referimos a explorar y consolidar aprendizajes, imitando para aprender, entender el mundo y cómo relacionarnos con él. Tiene un significado que va mucho más allá de la mera definición de la palabra.
Adultos de referencia desde la mirada Pikler
Este es el punto fuerte de Pikler y el más difícil de llevar a la práctica.
Como adultos tenemos la sabiduría de la experiencia pero caemos en el error de creer que sabemos más que los demás y que todos nos deben respeto. Se nos olvida que los demás, en especial los más pequeños, también nos enseñan y que para que nos respeten es necesario que el respeto sea mutuo.
Al agachar la cabeza y aceptar a los bebés y niños como personas con sus propios tiempos, estaremos en condiciones de escuchar qué es lo que necesitan para desarrollarse en cada momento.
Entonces el profesional y los padres pasan a guiar al niño desde atrás siguiendo sus propios intereses y ritmos. Confía en la capacidad innata de comprender y aprender. Percibe desde la comunicación no verbal las reacciones del niño y se amolda a sus movimientos. No fuerza sino que se observa.
En Casa Roble observamos cada mínimo detalle en sus movimientos y gestos, la calidad y riqueza de los mismos y la relación con el espacio y los otros.
Desde la mirada Pikler, un adulto de referencia es quien se mantiene estable en el tiempo para la atención y cuidados del niño. Es quien le enseña con el ejemplo y con amor a esperar su turno desde la rutina y a ir a los momentos de cuidado (bañarse, comer, cambiar el pañal, dormir, etc). Esto se realiza de esta manera para entregar un espacio de estabilidad «familiar»… como si estuvieran con su familia.
Es la idea que los gestos y las palabras del adulto de referencia muestren un total respeto y escucha de las necesidades de los niños. Por ejemplo, en el cambio de ropa o en el momento de la comida, esperar a que el niño indique con sus gestos, su mirada o sus verbalizaciones que está de acuerdo, sin forzar situaciones.
Aunque los bebés no hablen saben expresarse con el cuerpo y comprenden lo que sucede incluso a nivel emocional y afectivo. Por eso no es de extrañar que lloren al ver llorar a otros o se tensen si el adulto que les acompaña está tenso. Es por ello que una educadora será siempre una «referencia» para los niños y niñas. Debe estar calmada, atender a los niños con mucha observación y sobretodo cuidarlos con amor.
Adultos de referencia desde la mirada Waldorf
Todos los adultos que rodeamos al niño y niña: las maestras, los padres y los adultos de su familia, debemos procurar ser adultos dignos de imitar, siempre conscientes de que los niños aprenden imitando y no mediante explicaciones prolijas de nuestra parte.
El comportamiento de los adultos con los niños, sus acciones, palabras, pensamientos y sentimientos moldean el potencial mental y emocional de los niños desde el principio. Por lo tanto, es tremenda responsabilidad de los adultos el prestar atención al entorno de los niños, incluso social y mental. El adulto tiene una enorme función de modelo a seguir para el niño.
Los niños del primer septenio (0 a 7 años) internalizan estas y otras actividades simplemente mediante una imitación no comentada. A través de actividades prácticas como, limpiar, cocinar, hornear, desherbar, cavar, cosechar verduras y frutas, recoger y aserrar madera, barrer, poner la mesa, lavar los platos, lavarse los dientes, asearse y mucho más, los niños aprenden sin ninguna instrucción y sin un extra educativo porque dentro de su Ser: «imito y ejercito todo lo que necesito saber, me vuelvo hábil y fuerte al mismo tiempo, porque es así como deberé desenvolverme en la vida real»
Septenios
Uno de los pilares centrales de la Pedagogía Waldorf consiste en el estudio y comprensión del desarrollo de la biografía del ser humano. Esta pedagogía reconoce diversas etapas en la vida de una persona, que se van dando en ciclos de siete años, lo que denominamos los “Septenios”. Durante cada septenio, el ser humano presenta y desarrolla determinadas características, en donde van apareciendo necesidades y capacidades. En la pedagogía Waldorf y en Jardín Casa Roble es fundamental acompañar y respetar el primer septenio, de modo que los niños puedan crecer y formarse desde ellos mismos.
El primer septenio (0 a 7 años)
En la etapa del primer septenio, el niño experimenta el mundo y aprende principalmente a través de la actividad física y los efectos de los estímulos físicos. Así, el objetivo de la educación Waldorf en la primera infancia es nutrirlo a través de espacios físicos que conduzcan el aprendizaje, mediante la exploración y el juego. En este septenio, el niño aprende por imitación, entonces todo lo que está a su alrededor lo absorbe y lo integra sin un filtro racional o consciente. Por este motivo, resulta muy importante propiciarle un entorno que le ofrezca adecuados ritmos y actividades con sentido real, respetando y valorando su infancia para que, a través de la imitación, se estructure todo su ser.
Momento de cuidados
Algo tan rutinario como cambiar un pañal, comer o peinarse fueron sucesos mirados por el ojo científico de Emmi Pikler. No podía ser que el niño o la niña sólo aprendieran durante el momento de juego porque no sabe separar su vida en momentos: de juego o de atención corporal.
Por eso consideró estos momentos de cuidado de los niños como momentos de aprendizaje mutuo, un espacio/tiempo donde conocerse y reconocerse como personas.
Las atenciones son parte de un continuo en el tiempo, dónde la vida no se detiene y el desarrollo del bebé tampoco. Por eso se aprovechan estos momentos tan cercanos para poner en práctica todas las teorías de Pikler sobre el movimiento libre, la escucha, la narración o el juego.
El adulto de referencia busca respetar los movimientos del niño y darle el tiempo y presencia necesarias para generar una relación placentera. A través de acciones lentas y agradables, de miradas de conformidad y comprensión, se genera una complicidad única.
Vinculación
O proceso de adaptación del niño al Jardín Infantil o Sala Cuna,
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