¿Te has dado cuenta de cómo tu pequeño te observa con esos ojitos curiosos y chispeantes? Desde que nacen hasta que cumplen siete años, nuestros hijos son como esponjas, absorbiendo cada gesto, cada palabra y cada acción. En este primer periodo, los niños aprenden del mundo por medio de la imitación. No es algo que les enseñamos conscientemente; es una predisposición innata. Desde el primer balbuceo tratando de copiar nuestras palabras hasta esos gestos adorables imitando nuestros movimientos, están constantemente reflejando todo lo que ven y escuchan.

La Observación Constante

¿Te has dado cuenta de cómo tu pequeño te observa con esos ojitos curiosos y chispeantes? Desde que nacen hasta que cumplen siete años, nuestros hijos son como esponjas, absorbiendo cada gesto, cada palabra y cada acción. En este primer periodo, los niños aprenden del mundo por medio de la imitación. No es algo que les enseñamos conscientemente; es una predisposición innata. Desde el primer balbuceo tratando de copiar nuestras palabras hasta esos gestos adorables imitando nuestros movimientos, están constantemente reflejando todo lo que ven y escuchan.

La Sensibilidad en los Primeros Años

Durante estos años iniciales, nuestros hijos son extremadamente sensibles a lo que ocurre a su alrededor. No solo perciben lo que es visible y audible, como nuestras risas, la forma en que nos movemos o la intensidad de nuestra voz, sino que también sienten la intención y emoción detrás de nuestras acciones. Rudolf Steiner, el célebre educador austriaco, compara a los niños con escultores que modelan su interior a partir de lo que absorben en su entorno. Todo lo que presencian tiene un impacto directo en la formación de su ser. Por eso, es crucial que como padres y cuidadores les brindemos un ambiente que les muestre que el mundo es un lugar bueno y seguro.

La magia de la imitación

Ser un Modelo Digno de Imitar

Y aquí viene la parte más importante para nosotros, los adultos: debemos trabajar constantemente en ser personas dignas de imitar. Nuestros hijos nos observan y replican nuestro comportamiento. Mi mamá, una educadora de párvulos, fue una gran influencia en mi vida, tanto que, a pesar de los esfuerzos por seguir otra carrera, terminé siguiendo exactamente sus pasos en mi vida laboral. Igualmente, cuando pequeña vivía en un lugar campestre lleno de eucaliptos y ahora, vivo en un lugar idéntico. Esto demuestra cómo las acciones y actitudes de los adultos pueden dejar una marca profunda y duradera en el alma de nuestros niños y niñas. 

Así que, padres, madres y maestros, es nuestra misión diaria enriquecer nuestro espíritu y ser el mejor ejemplo para nuestros pequeños escultores:

¡Todo se verá reflejado en el adulto que llegarán a ser, el día de mañana!

Con cariño,
Claudia Guerrero